viernes, 6 de junio de 2014

El final de la cuenta atrás

Capítulo 1 Paris
Adéle salió temprano de casa. Esa mañana había cogido unas horas libres en el trabajo ya que tenía que ir al centro de Paris al notario para firmar la hipoteca de su nuevo piso. Era un pequeño apartamento en la periferia de París, pero iba a ser suyo.
Después del divorcio había vuelto a casa de sus padres, y con más de cuarenta años, consideraba que aquello no era una buena idea, ya que ahí no disponía de la suficiente libertad para hacer lo que quisiera.
Después de mucho buscar, y de mucho negociar con diversos bancos, había conseguido un piso pequeño, demasiado lejos del centro de París, viejo, pero amueblado, y un banco que le concediera una hipoteca, cara, pero que haciendo cabriolas, podría pagar.
Se había vestido relativamente elegante para la ocasión. Adéle era una mujer atractiva aunque empezaban a aparecer los rasgos de la edad en forma de pequeñas arrugas alrededor de los ojos y en los labios.
Pero sus piernas eran largas y delgadas, y su busto se mostraba aún firme a pesar de su tamaño. Sabía que sus piernas y su escote eran muy atractivos a los ojos masculinos y ese día se había puesto una falda corta junto con una camiseta de tirantes.
Hacía un inusual calor en París ese mes de febrero, por lo que no cogió chaqueta a pesar de lo temprano de la hora y guardó los papeles de la oferta del banco en su amplio bolso. Pensó que si le daba tiempo, tomaría un café con un amigo suyo que trabajaba cerca de la notaría donde iba a firmar la hipoteca.
Aquel amigo lo había conocido en una red social, y solía salir con él algunas noches. Cuando se quedaba a dormir, lo hacía en su casa. Eso era algo que le incomodaba, ya que por la mañana tenía que salir sin arreglarse de la casa de su amigo y volver así a la de sus padres, y cuando volvía despeinada, sentía que la gente la miraba, y se imaginaba que sabían que no había dormido sola y que en silencio la juzgaban.
Adéle se sentía libre desde que se había divorciado, y mantenía sexo sin ataduras con varios hombres, que había conocido a través de esa red social de internet. Y siempre se quedaba en casa de ellos.
Con su nueva casa, eso podría cambiar, y podría invitar a los más íntimos a dormir, y despedirlos a la mañana siguiente, quedándose ella en la cama.
Pero aquella no era la razón principal de su fuga de casa de sus padres. A pesar de su edad, su padre la seguía tratando como una adolescente, criticando todo lo que hacía, con quien salía, a qué hora volvía.
A su edad necesitaba su intimidad, organizar su vida, y en casa de sus padres, cuando estaba, por no discutir con su padre, se encerraba en su habitación, sin que además dejara de escuchar en la cocina su voz discutiendo con su madre debido a su encierro.
Cogió el metro e hizo dos trasbordos, antes de coger la línea C hacia St. Michel. Tres paradas antes se montó en su vagón, que iba muy lleno, un árabe vestido con una chilaba blanca, con barba y un kufi también blanco sobre la cabeza.
Le llamó la atención la mirada de aquel hombre, mezcla de desprecio y odio. Adéle apartó su mirada y comprobó en el sinóptico del vagón cuantas paradas le quedaban para llegar a su estación.
En la siguiente parada se montó mucha gente, de manera que el vagón se llenó. Adéle seguía sentada, cerca de la puerta de salida, apoyada en la ventanilla. El calor dentro del vagón era asfixiante a pesar del aire acondicionado, y el ruido era ensordecedor dentro de los túneles.
De repente pudo ver por el rabillo del ojo que el árabe que se había sentado cerca de ella se levantaba, levantaba una mano y gritaba algo en árabe, de manera que atrajo hacia sí la atención de la gente de su alrededor.
Y hubo un fogonazo muy fuerte, seguido de un fuerte estruendo. Después el silencio y la oscuridad, mientras el vagón se detenía bruscamente.
Adéle se sintió húmeda. Empezó a tocar su cuerpo y estaba cubierto de una masa pegajosa. Poco a poco iba saliendo de su aturdimiento y empezaba a escuchar como lejanos gemidos y sollozos.
Su costado empezaba a dolerle cada más intensamente, así como su pierna derecha. Intentó ponerse en pie pero cayó al suelo. El suelo estaba cubierto de cuerpos troceados. En su mano seguía su bolso. Se había acostumbrado a no soltarlo en el metro y siempre lo agarraba fuertemente para que nadie se lo robara.
Buscó en él y encontró su móvil. Logró encenderlo, y vio que la pantalla se manchaba de un líquido rojo, de sangre que empapaba sus dedos. Logró encender la linterna del móvil y se vio empapada en sangre y restos humanos. La mayor parte de la sangre no era suya. Se llevó la mano al costado y notó algo duro.
Iluminó su costado y comprobó que de él sobresalía un trozo metálico. Vio su zapato en el suelo. Tenía un pie dentro y una pierna, pero la posición era irreal, imposible. No alcanzaba a comprender cómo ese zapato se había puesto en otro pie hasta que se dio cuenta que era su pierna, que había sido arrancada de cuajo.
Con una mano agarró aquella pierna, con la otra el móvil y arrastrándose por encima de cuerpos mutilados intentó salir de aquel vagón. Buscaba un gran boquete que se veía enfrente, y trató de alcanzarlo, pero antes de hacerlo perdió el conocimiento.


Capítulo 2 Atentado en París
El comisario Bosard acababa de sentarse en la mesa de su despacho de la prefectura de París cuando entró en él un agente. Le informó que había habido una serie de atentados en el metro de la urbe. Las noticias eran confusas, pero se apuntaba que al menos habían explotado ocho bombas en vagones del suburbano, y al parecer había varios muertos.
Protección civil había activado ya la alarma y se estaban preparando una serie de hospitales de campaña cerca de las zonas afectadas para poder atender a los heridos. Bosard comenzó a organizar el operativo policial. Se puso en contacto con protección civil y empezó a enviar patrullas a los hospitales de campaña para procurar protección y prevenir incidentes.
En lo que llevaban de año era el segundo atentado que se realizaban en París y el sexto en Francia, después de los atentados de Marsella, Burdeos, Nantes y Lyon. El terrorismo islámico estaba pegando fuerte en el país, y la población en algunos casos estaba tomando la justicia por su mano, enaltecida por la extrema derecha, atacando y provocando graves disturbios en los barrios árabes que rodeaban las grandes urbes francesas.
Ordenó el despliegue de unidades antidisturbios en algunos barrios de París especialmente conflictivos y susceptibles de revueltas, donde la población árabe era mayoritaria y el islamismo radical se mostraba sin tapujos, en previsión de incidentes, incidentes que sabía no tardarían en aparecer.
Aquel atentado en aquella mañana veraniega era especialmente cruel y desproporcionado, en comparación con los anteriores. Esta vez habían explotado 8 bombas en 8 vagones de metro diferentes. Al parecer el que más víctimas había causado era uno cerca de la estación de Campos Elíseos.
Las explosiones habían ocurrido dentro de los túneles, lo cual dificultaba la evacuación de los heridos. Protección civil había actuado y había conseguido iluminar los túneles con una rapidez asombrosa y se estaba empezando a atender a los heridos en los hospitales de campaña, trasladando a los más graves rápidamente a los complejos sanitarios de la capital francesa.
Una vez le indicaron a Bosard la situación de los hospitales que se habían improvisado, y cuáles eran los hospitales de referencia que se habían preparado para atender a los heridos graves, organizó a su gente de tráfico para que despejaran las calles entre unos y otros para facilitar el tránsito de las ambulancias.
Los anteriores atentados habían sido hechos aislados, que aunque habían causado víctimas mortales, éstas no habían sido muy numerosas. Pero en este caso se temía que el número de víctimas fuera muy importante.
Envió a agentes a las zonas de los atentados, para realizar una primera valoración, pero señalándoles que lo más importante era la evacuación de los heridos, que interfirieran lo mínimo posible.
Uno de los agentes le llamó. Se encontraba en el hospital levantado al lado de uno de los atentados. Había entrado en el túnel y había inspeccionado por encima el lugar. La explosión había afectado a dos trenes, que se cruzaban en el momento de la explosión.
Demasiada casualidad o demasiado preciso. Pensó que se trató de un atentado suicida en el que alguien había detonado la bomba justo al cruzarse con el otro tren, con el fin de realizar el máximo daño posible.
Mientras hablaba, escuchó una fuerte explosión. Durante unos segundos, el agente estuvo en silencio mientras Bosard escuchaba atónito. El agente empezó a gritar. Alguien había hecho explotar una bomba en el hospital de campaña, en medio de la multitud.
Bosard colgó y se puso en contacto con el resto de las unidades desplegadas. Les informó de la posibilidad de que hubiera más atentados en los hospitales de campaña, y que disparasen sobre cualquier sospechoso.
La comisaría se volvió loca en un momento. Se anunciaban otras dos explosiones en sendos hospitales de campaña y agentes hablaban de que se habían abatido varios presuntos terroristas.
Empezaron a llegar también informaciones de los barrios periféricos. Se empezaban a producir importantes disturbios, provocados en muchos casos por radicales islámicos, y las fuerzas desplegadas en ellos eran insuficientes.
Bosard decidió replegar sus fuerzas hasta la entrada a esos barrios, impidiendo la entrada y salida de gente de ellos, esperando que los disturbios se estabilizaran, pero dentro de los barrios y por sus habitantes. Ya tendría tiempo de sofocarlos, en cuanto se controlara la situación en el epicentro de los atentados.
Tenía que evitar que la situación se descontrolara. Y eso era algo que estaba a punto de suceder. Las primeras informaciones que salían a la luz pública hablaban de decenas de muertos y apuntaban directamente al terrorismo islámico. Se anunciaban que en otras ciudades de Francia se estaban empezando a producir incidentes, e incluso se hablaba de muertos por linchamientos.
Aquel iba a ser un día muy largo.


Capítulo 3 La célula islamista
Al día siguiente el comisario Bosard recibió los datos oficiales del ataque, antes de que se enviaran a la prensa. En los atentados del metro de París, 8 explosiones en total que afectaron a 10 vagones de metro, ya que 2 de las explosiones coincidieron cuando se cruzaban dos trenes, murieron 87 personas y 245 resultaron heridas. En los atentados en los hospitales de campaña, 8 en total, murieron 23 personas y 45 resultaron heridas. Y en los disturbios en los barrios periféricos de Paris habían muerto 12 personas.
En otro informe comprobó que los disturbios producidos en otras ciudades francesas habían resultado en total 23 personas muertas, y un número indeterminado de heridas. Y los disturbios posiblemente se repetirían no sólo en París, sino en muchas capitales francesas.
Eran disturbios provocados por radicales islámicos, en los que la población francesa no había intervenido. Habían nacido a raíz de que la policía había cercado esos barrios, para evitar el tránsito de personas y proteger a la población musulmana de posibles represalias.
Bosard se mostraba preocupado. Se habían convocado por todo el país manifestaciones de repulsa contra los atentados, pero la ultraderecha iba más allá y estaba pidiendo la salida de Francia de todos los musulmanes, fueran franceses o no, por considerar que se estaban convirtiendo en un problema.
Si retiraba los gendarmes de los barrios musulmanes, era previsible que algunas de esas manifestaciones entraran allí, y se produjeran enfrentamientos violentos. Si mantenía a sus hombres desplegados, los radicales islámicos volverían a provocar incidentes al caer la noche, con la quema de comercios y coches.
Decidió convocar a los imanes y líderes musulmanes en los barrios a una reunión, que se realizaría en el centro de París, en su comisaría. Ordenó que sus hombres se pusieran en contacto con ellos y que los escoltaran a la reunión. Tenía que negociar, apaciguar los ánimos, para poder empezar a trabajar.
Por otro lado, la brigada forense trataba de identificar a los dos terroristas abatidos en los hospitales de campaña. Uno de ellos fue rápidamente identificado como Catan, de nombre Daûd, de 26 años. Tenía un hermano, Essâm, tres años menor que él. Bosard ordenó que fuera detenido, pero su última dirección conocida estaba en uno de los barrios más problemáticos de París debido a los disturbios que se estaban produciendo, por lo que era importante alcanzar un acuerdo para aplacarlos rápidamente, con el fin de poder proceder con la investigación del atentado.
La reunión con los líderes musulmanes se desarrolló en medio de una gran tensión. Éstos exigían la retirada completa de la policía de los barrios y, aunque no venía al caso, pedían una mayor autonomía para poder aplicar sus leyes islámicas dentro de los barrios.
Bosard se mostró tajante. Estaba en sus manos acabar con los disturbios, y acabaría con ellos, mientras que la policía protegería los barrios desde la periferia. Desplegaría una fuerza menor dentro de los barrios para evitar incidentes y poder proteger la investigación, y los líderes musulmanes procurarían calmar los ánimos en cuanto se produjeran detenciones, porque Bosard no se calló cuando les anunció que las investigaciones de los atentados apuntaban a esos barrios.
La alternativa que les propuso fue desplegar fuerzas militares por los barrios para mantener la paz. Ellos elegían. Una noche más de disturbios, y se desplegaría el ejército.
Los líderes musulmanes anunciaron que se retiraban a deliberar, y Bosard les cedió una dependencia de la comisaría para hacerlo. Mientras hablaban entre ellos, el comisario recibió una nueva información sobre el segundo abatido, y los primeros datos de los análisis de los cuerpos de los autoinmolados. Rápidamente los situó en una zona de un barrio del norte de París a todos ellos, en las cercanías de una mezquita que estaba siendo investigada por los servicios de información.
Bosard ordenó desplegar gendarmes de paisano alrededor de dicha mezquita, e irrumpió en la sala donde estaban reunidos los líderes musulmanes. Sabía que el imán de la mezquita y su chofer estaban en la sala, y mandó detenerlos sin miramientos, delante del resto de los representantes de la comunidad musulmana allí presentes, dando por finalizada la reunión, y recordándoles que si no había paz, habría ejército.
Bosard sabía que en mayor o menor medida aquellos líderes conocían las actividades de la mezquita y eran conscientes de quienes eran los responsables del atentado. La detención pública de aquellos dos hombres implicaría que sin duda alguien más de los presentes llamaría a la mezquita a dar la señal de alarma, y Bosard ya había desplegado a agentes de paisano alrededor de la misma, con sistemas de intercepción de llamadas de móviles.
Efectivamente, a los pocos minutos se recibió una llamada, desde un teléfono móvil que fue localizado en las proximidades de la comisaría, a otro móvil dentro de la mezquita. Inmediatamente desde ese móvil se realizó una llamada a un teléfono fijo, cuyo número correspondía con el número 13 de la Rue Perceval, en el ático de la quinta planta.
Dispuso de una vigilancia en esa calle, que sólo tenía acceso desde una plaza en la Rue de l’Ouest. Y la guardia pronto obtuvo resultados. Varios jóvenes árabes entraron en la vivienda, y uno de ellos fue identificado como Essâm, el hermano del terrorista abatido.
Gendarmes del grupo de intervención rodearon la vivienda y se apostaron en la puerta del apartamento donde se habían refugiado los jóvenes. Dentro se escuchaban gritos mezclados con cánticos, que uno de los agentes desplegados, de origen argelino, identificó como versos del Corán.
Bosard dio orden de entrar en la vivienda, y los agentes derribaron la puerta, dispuestos a una intervención rápida, pero en ese momento, alguno de los presentes detonó una bomba, destruyendo la vivienda.
Uno de los agentes de Bosard resultó muerto en la operación, y tres más heridos de gravedad. El resto sufrieron heridas en oídos y diversos cortes provocados por la explosión. Además, la detonación había provocado un incendio que se extendía rápidamente por el edificio.
Bosard de desplazó al lugar de los hechos, y cuando llegó los bomberos ya estaban controlando la situación, y la brigada de explosivos estaba preparada para entrar en la vivienda.
Apenas apagado el incendio entraron, utilizando máscaras de gas. Uno de ellos salió a informar al comisario de lo encontrado. Había 4 cuerpos dentro de la vivienda, y restos de lo que parecía un quinto cuerpo. Tres de ellos tenían bombas adheridas alrededor de su cuerpo, mientras que el otro fallecido se encontraba en otra habitación, con un cinturón explosivo sobre la cama.
La brigada había desactivado los explosivos, pero aún faltaba tiempo antes de que Bosard y su gente pudieran entrar, por la cantidad de humo que había. Bosard había ordenado el registro de la mezquita, y se detuvieron tres personas más en relación con el atentado.
Aquella noche no hubo altercados en los barrios árabes de París. Tan solo incidentes aislados en las cercanías de la mezquita que estaba siendo registrada y donde se habían producido las detenciones, pero la presencia de unidades militares en helicópteros sobrevolándolos mantuvo los barrios tranquilos.


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